La alfalfa suele hacer referencia a la Medicago sativa, una planta que forma parte del grupo familiar de las leguminosas o fabáceas. Mide entre 10 y 80 cm de alto.
La alfalfa procede, muy probablemente, del suroeste de Asia, de la zona del Creciente Fértil y su entorno inmediato, de donde pudo ser traída a Grecia por los persas, y de allí propagarse por casi toda la Europa de clima templado. El nombre de alfalfa podría derivar del término árabe ‘alfasasat’.
La alfalfa es una planta forrajera, acaso la principal especie forrajera del mundo, que se cultiva a gran escala por casi toda Europa y también en los países de clima templado de Sudamérica y en México. Los Estados Unidos y Argentina ostentan los dos primeros puestos en la producción a nivel mundial, e Italia y Francia a nivel europeo, pero Méjico y España figuran también entre los principales productores mundiales.
Por su resistencia a la sequía y su facilidad de cultivo, la alfalfa se siembra en todo el mundo. Las flores se agrupan en densos glomérulos (inflorescencias redondeadas) terminales. Son estas de un color azulado o violáceo claro, pero pueden aparecer ejemplares con flores de color amarillo o bicolores. Los frutos son unas legumbres planas en forma de espiral, y contienen diversas semillas en su interior.
La alfalfa se ha asilvestrado y no es difícil hallarla en márgenes de sembrados y caminos, en descampados y herbazales. Sus flores son visitadas por abejas y otros insectos.
La alfalfa, en sus hojas y en sus brotes, presenta varias vitaminas (A, C, D, E y otras), hierro, potasio, fósforo, calcio y otras sustancias nutritivas. La planta, por otra parte, puede ser atacada por gorgojos, chinches y otras plagas, además de ser susceptible a varias enfermedades.
Desde la antigüedad ha sido empleada también como recurso medicinal gracias al conjunto de propiedades beneficiosas que tiene para la salud. Se determina que es antiinflamatoria, antioxidante, antihemorrágica, antipirética y excelente para aliviar ciertas dolencias del estómago.
En la actualidad, mediante brotes que se echan en ensaladas o incluso mediante pastillas naturales o infusiones, es habitual que se pueda encontrar la alfalfa y que se emplee dentro de la dieta. En cualquiera de esas formas se utiliza por los beneficios de los que permite disfrutar:
-Se considera que tomar una infusión de este producto después de cada comida va a ayudar de manera notable a que las digestiones no sean tan pesadas.
-De la misma manera, no podemos pasar por alto que hay quienes la toman porque son personas proclives a sufrir anemia.
Las ventajas del cultivo de la alfalfa sobre el medio son amplias y van desde su interés como fuente nutricional natural de proteínas, vitaminas y minerales, hasta su utilidad como elemento conservacionista de la fauna gracias a la fijación simbiótica del nitrógeno que esta aporta en el suelo. Por otro lado, al ser la alfalfa una especie pratense de tipo perenne, es un cultivo que aporta elementos de interés como factor que puede ayudar a reducir los niveles de erosión, así como de ciertas plagas y enfermedades de los cultivos que le siguen en la rotación.
La alfalfa ha formado parte de la alimentación humana desde tiempos remotos, como sustituto de las acelgas o las espinacas, y aún hoy sigue presente en nuestra dieta, especialmente en forma de germinados. Su alto contenido nutricional y la presencia de determinados principios activos, como fitoestrógenos e isoflavonas, hacen de ella un aliado de primer orden para la medicina natural y la práctica dietética.
Es uno de los cultivos más extendidos en zonas de clima templado de ambos hemisferios. Crece bien en una gran diversidad de suelos y climas, pero rinde más en zonas aluviales próximas a cursos fluviales.
- La alfalfa se revela como un buen aporte de proteína vegetal. Supone hasta el 20% de su peso en seco.
- Es especialmente rica en vitaminas, empezando por las del grupo B (niacina, riboflavina, tiamina), vitamina C, A, E y vitamina K, que le confiere esta última su poder antihemorrágico y hemostático. En el caso de la vitamina C, 100 g de hojas secas aportan hasta 400 mg de este micronutriente tan fundamental para la vida.
- Contiene sales minerales, como calcio, hierro, magnesio, fósforo, silicio, sodio, potasio y selenio, en proporciones variables, llegando a sumar un 10% de su peso en seco.
- Flavonoides como la quercitina, xantofila, clorofila, luteolina, apigenina, carotenos y betacarotenos, pigmentos con capacidad antioxidante.
- Fitoestrógenos como el cumestrol, isoflavonas como la genisteína y la diosgenina, con capacidad estrogénica y antiinflamatoria.
- Fitosteroles como el beta-sitosterol y el estigmasterol.
- Cumarinas (esculetina) y saponósidos en menor cantidad.
- Trazas de alcaloides, como la estaquidrina, la betaína y la trigonelina, especialmente localizadas en las semillas.
- Enzimas digestivas.
- Aminoácidos: triptófano, arginina, asparagina.
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